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«El consumo como esquema de clasificación*
A diferencia de Douglas & Isherwood, Marshall Sahlins llega al consumo a través de discutir el rol del materialismo en la teoría antropológica y una especie de “mal entendidos” sobre las posturas de Marx en torno al determinismo económico. Su trabajo al que aquí nos referimos Cultura y razón práctica. Contra el utilitarismo en la teoría práctica[1], es un debate entre los paradigmas teóricos materialistas y estructuralistas, el propio Sahlins en su carrera había saltado entre estas posturas.
En relación al consumo, adopta una postura estructuralista/cultural, haciendo a un lado la explicación materialista, defiende la noción de que la economía es un proceso institucionalizado, idea que retoma de Karl Polanyi y la escuela sustantivista de la antropología económica. Lo particular del capitalismo occidental, dice Sahlins fue haber institucionalizado el proceso simbólico de clasificación cultural en la producción de bienes, a diferencia de otras culturas, como las llamadas “primitivas” que institucionalizaron la economía en las relaciones de parentesco o las grandes civilizaciones que lo hicieron mediante la política.
Sahlins pone la mira en el panorama general que resulta ser el capitalismo, que ha sido explicado conforme las estrategias economicistas que privilegian la producción y el sistema de ganancias en el mercado frente a la producción de símbolos y esquemas culturales. Para Sahlins, el consumo es la expresión de un orden cultural implícito en la producción conforme a categorías que, en este caso, la sociedad occidental –y específicamente la estadounidense- utiliza para clasificar y ordenar el mundo material. En este sentido, el capitalismo es una forma cultural pero con particularidades diferentes a otras sociedades en cuanto al privilegio del intercambio económico.
Sahlins centra su discusión en el problema inherente entre las posturas “idealistas” y “materialistas” de la teoría antropológica. Las teorías materialistas dan una explicación que privilegia el sentido práctico y utilitarista de las sociedades, centrando la atención en la actividad económica y la ventaja material que rige la producción, ésta lógica a la que se refiere Sahlins la llama teoría de la “praxis”.
La cultura, para la teoría de la praxis, “deriva de la actividad racional de individuos que persiguen sus propios intereses más convenientes” (Sahlins, 2006 [1976]: 9), y lo que se encuentra detrás de esta explicación es el postulado de la maximización de las relaciones medios-fines, que para Sahlins, remite a una matriz teórico-metodológica “naturalista”, en donde la supervivencia de las sociedades y del ser humano depende de la ventaja adaptativa material y ecológica.
La ausencia de una lógica cultural en la teoría de la producción, se convierte en una invitación al naturalismo. La dimensión social de la producción de mercancías reside en un sistema subyacente de necesidades naturales y de propiedades objetivas de los bienes que han de satisfacerlas. Contrariamente, dice Sahlins, Marx había advertido que el consumo completa la producción al proporcionar al sujeto, es así que un objeto llega a ser producto en el consumo.
Al proveer al consumo de su objeto, la producción no sólo completa, a su vez, el consumo; además determina su forma real, es decir, la de un bien determinado que define el modo y el contenido del consumo. De no ser así, el consumo solo poseería la cualidad amorfa de una necesidad biológica (Sahlins, 2006 [1976]: 155)
Al alejarse de una explicación naturalista del consumo, le da la vuelta a la teoría de las necesidades, bajo el utilitarismo. El consumo se presenta como una necesidad creciente, y sobre todo en un contexto de producción enfocado a superar y mejorar los productos y mercancías ya existentes. El capitalismo crea la necesidad como algo cercano a la misma naturaleza humana.
Es así que la producción humana, como producción histórica, no se puede remitir simplemente a las necesidades físicas (biológicas) y forzosamente la producción depende del esquema cultural de la sociedad. Sahlins se apoya en Marx para argumentar que los hombres no producen en términos absolutos como seres biológicos, sino como sujetos sociales.
Como consecuencia de privilegiar el proceso de producción, sobre los sistemas de símbolos, la sociedad occidental, giró hacia el “utilitarismo” como forma sustancial de socialización y de participación de los individuos en la sociedad. Sin embargo, dice Sahlins, la producción es algo más que una lógica práctica de la eficacia material, es una intención cultural.
Para ejemplificar la razón cultural, Sahlins apunta hacia los hábitos construidos en Estados Unidos en torno a los animales domésticos y sus hábitos alimenticios. De acuerdo a su planteamiento, la explotación del ambiente norteamericano y el estilo de relación con el paisaje depende de un modelo de comida que pone en el centro la carne y alrededor los carbohidratos y los vegetales. En este esquema, la carne trae consigo una idea de energía, el cual evoca el lado masculino. La principal razón dentro del sistema de alimentación norteamericana es la relación entre las especies animales y la sociedad humana, Sahlins establece que existe una serie domesticada “vacunos-porcinos-caballos-perros”
la serie es divisible, primero, en dos clases: comestibles (vacas-cerdos) e incomibles (caballos-perros), pero además hay una división dentro de cada clase, una categoría superior y otra menos preferible de alimento (vaca contra cerdo) y una categoría de tabú mas rigurosa (perros contra caballos). El conjunto entero parece diferenciarse por su intervención como sujeto u objeto en la compañía del hombre (Sahlins, 2006 [1976]: 174).
Este sistema de clasificación, dice Sahlins, funciona como una metáfora del canibalismo. Perros y caballos participan de la sociedad norteamericana en calidad de sujetos, y por lo tanto son incomibles, como cohabitantes domésticos. Los perros están más cerca de los hombres que los caballos, y su consumo es impensable porque “son de la familia”. Asimismo, los norteamericanos establecen una distinción entre partes internas y partes externas, que representa el mismo principio de relación que la humanidad, metafóricamente extendido.
Las partes internas y externas son respectivamente asimiladas a las partes del cuerpo humano, los órganos internos o vísceras son las menos preferidas frente a los cortes de los músculos. De acuerdo a una clasificación adecuada para el consumo humano, esta distinción entre interno y externo, duplica dentro del animal la diferencia trazada entre las especies comestibles y tabú, con el consiguiente significado de una prohibición de canibalismo.
El esquema simbólico de la comestibilidad se suma al que organiza las relaciones de producción para generar, por medio de la distribución y la demanda, un orden totémico que conecta en series de paralelo las diferencias de estatus de las personas y de lo que comen. En la sociedad occidental, dice Sahlins, el operador totémico que articula diferencias entre las series culturales con diferencias en las especies naturales ya no es una propiedad del sistema cultural. Sin embargo, sugiere que ha sido reemplazado por los objetos manufacturados, que al igual que las categorías totémicas, generan dentro de su uso un sistema de clasificación social. Por lo tanto, la producción capitalista se presenta como una expansión de la misma clase de pensamiento, cuyos medios de comunicación serían el intercambio y el consumo.
El totemismo moderno no se contradice con una racionalidad de mercado. Por el contrario, es promovido precisamente en la medida que los valores de cambio y consumo dependen de decisiones relativas a la “utilidad”. En efecto, esas decisiones giran en torno del significado social de contrastes concretos entre los productos…así llegan a ser valores de uso para ciertas personas, quienes están correspondientemente diferenciadas respecto de otros sujetos (Sahlins, 2006 [1976]: 177).
En síntesis, dice Sahlins, la producción es por lo tanto la reproducción de la cultura en un sistema de objetos.
En la teoría antropológica, hay un supuesto donde se parte de considerar a las sociedades primitivas a partir de una lógica diferente a la estricta materialidad racional. Y a la sociedad occidental a partir del interés práctico elaborados en la ciencia económica y éstos llevados a los demás ámbitos. Para Sahlins tal punto de partida es un engaño, ya que como lo trata de demostrar, con el sistema de alimentación (y de vestimenta) los objetos y las personas de la producción capitalista están igualmente unidos en un sistema de valores simbólicos, por lo tanto, ¿en dónde se encuentra el carácter único de las civilizaciones occidentales?
En la cultura occidental, la economía es el principal ámbito de la producción simbólica. La producción de bienes es al mismo tiempo el modo de producción y transmisión privilegiado de símbolos, “la cualidad distintiva de la sociedad burguesa consiste no en el de que el sistema económico se salve de la determinación simbólica, sino en el hecho de que el simbolismo económico es estructuralmente determinante” (Sahlins, 2006 [1976]: 208).
A diferencia de las sociedades primitivas, en donde la diferenciación simbólica se encuentra inserta en las relaciones de parentesco, la peculiaridad de la cultura occidental radica en haber institucionalizado el proceso simbólico en la producción de bienes. En el caso del mercado de consumo, se produce una distinción social apropiada por medio de un contraste concreto del objeto, de acuerdo con Sahlins, en parte derivada de la ambigüedad del término valor, que puede referirse al precio de algo o al significado de algo.
Por lo tanto, los bienes producidos, para ser cambiados por dinero, deben contrastar en alguna de sus propiedades originales con todos los restantes bienes del mismo tipo. A este fenómeno de clasificación, Sahlins lo llama “totemismo burgués”.
Bibliografía
Polanyi, K. (1944). The great transformation. New York: Rinehart.
Sahlins, M. (2006 [1976]). Cultura y razón práctica. Contra el utilitarismo en la teoría práctica. Barcelona: Gedisa.
Marcos de Colsa. *Extracto de mi tesis de maestría: “Redes y consumidores. Una perspectiva socio-antropológica”
[1] Originalmente publicado en inglés en 1976