España acoge por primera vez el Neuromarketing World Forum

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Neuromarketing World Forum

Fuente: equiposytalento.com

La 4ª edición se celebrará del 25 al 27 de marzo en Barcelona

Por primera vez España se convierte en la sede del congreso más innovador sobre la investigación de mercado y del público, organizado por la asociación referente mundial, NeuroMarketing Science & Bussiness Association (NMSBA). El evento tendrá lugar en Barcelona, entre el 25 y el 27 de marzo de 2015. En esta 4ª Edición del Neuromarketing World Forum se expondrá durante tres días cómo responde el cerebro humano ante los medios de comunicación y la publicidad.

Los ponentes de referencia mundial, como Robert Heath, Douglas van Praet, Jaime Romano, Nick Southgate y Duane Varan, entre otros muchos, se darán cita en este evento. Durante este congreso se analizarán cuestiones como si existe la fórmula para una publicidad más eficaz; cómo crear contenido para los medios que destaque y transcienda; y cómo la neurociencia puede fortalecer (e inspirar) el marketing.

El Neuromarketing World Forum es una cita imprescindible a nivel internacional (el año pasado estuvieron representadas 38 nacionalidades) para profesionales que deseen adquirir un mayor conocimiento sobre el mejor uso de los medios de comunicación y la efectividad de la publicidad. Después de las exitosas ediciones en Ámsterdam, Sao Paulo y Nueva York, Barcelona contará con un programa y un alto nivel de profesionales que descubrirán las últimas tendencias y novedades del sector, compartiendo su experiencia con el público asistente.

Antropología del consumo parte II: Marshall Sahlins

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etnografiavirtual.com

«El consumo como esquema de clasificación*

A diferencia de Douglas & Isherwood, Marshall Sahlins llega al consumo a través de discutir el rol del materialismo en la teoría antropológica y una especie de “mal entendidos” sobre las posturas de Marx en torno al determinismo económico. Su trabajo al que aquí nos referimos Cultura y razón práctica. Contra el utilitarismo en la teoría práctica[1], es un debate entre los paradigmas teóricos materialistas y estructuralistas, el propio Sahlins en su carrera había saltado entre estas posturas.

En relación al consumo, adopta una postura estructuralista/cultural, haciendo a un lado la explicación materialista, defiende la noción de que la economía es un proceso institucionalizado, idea que retoma de Karl Polanyi y la escuela sustantivista de la antropología económica. Lo particular del capitalismo occidental, dice Sahlins fue haber institucionalizado el proceso simbólico de clasificación cultural en la producción de bienes, a diferencia de otras culturas, como las llamadas “primitivas” que institucionalizaron la economía en las relaciones de parentesco o las grandes civilizaciones que lo hicieron mediante la política.

Sahlins pone la mira en el panorama general que resulta ser el capitalismo, que ha sido explicado conforme las estrategias economicistas que privilegian la producción y el sistema de ganancias en el mercado frente a la producción de símbolos y esquemas culturales. Para Sahlins, el consumo es la expresión de un orden cultural implícito en la producción conforme a categorías que, en este caso, la sociedad occidental –y específicamente la estadounidense- utiliza para clasificar y ordenar el mundo material. En este sentido, el capitalismo es una forma cultural pero con particularidades diferentes a otras sociedades en cuanto al privilegio del intercambio económico.

Sahlins centra su discusión en el problema inherente entre las posturas “idealistas” y “materialistas” de la teoría antropológica. Las teorías materialistas dan una explicación que privilegia el sentido práctico y utilitarista de las sociedades, centrando la atención en la actividad económica y la ventaja material que rige la producción, ésta lógica a la que se refiere Sahlins la llama teoría de la “praxis”.

La cultura, para la teoría de la praxis, “deriva de la actividad racional de individuos que persiguen sus propios intereses más convenientes” (Sahlins, 2006 [1976]: 9), y lo que se encuentra detrás de esta explicación es el postulado de la maximización de las relaciones medios-fines, que para Sahlins, remite a una matriz teórico-metodológica “naturalista”, en donde la supervivencia de las sociedades y del ser humano depende de la ventaja adaptativa material y ecológica.

La ausencia de una lógica cultural en la teoría de la producción, se convierte en una invitación al naturalismo. La dimensión social de la producción de mercancías reside en un sistema subyacente de necesidades naturales y de propiedades objetivas de los bienes que han de satisfacerlas. Contrariamente, dice Sahlins, Marx había advertido que el consumo completa la producción al proporcionar al sujeto, es así que un objeto llega a ser producto en el consumo.

Al proveer al consumo de su objeto, la producción no sólo completa, a su vez, el consumo; además determina su forma real, es decir, la de un bien determinado que define el modo y el contenido del consumo. De no ser así, el consumo solo poseería la cualidad amorfa de una necesidad biológica (Sahlins, 2006 [1976]: 155)

Al alejarse de una explicación naturalista del consumo, le da la vuelta a la teoría de las necesidades, bajo el utilitarismo. El consumo se presenta como una necesidad creciente, y sobre todo en un contexto de producción enfocado a superar y mejorar los productos y mercancías ya existentes. El capitalismo crea la necesidad como algo cercano a la misma naturaleza humana.

Es así que la producción humana, como producción histórica, no se puede remitir simplemente a las necesidades físicas (biológicas) y forzosamente la producción depende del esquema cultural de la sociedad. Sahlins se apoya en Marx para argumentar que los hombres no producen en términos absolutos como seres biológicos, sino como sujetos sociales.

Como consecuencia de privilegiar el proceso de producción, sobre los sistemas de símbolos, la sociedad occidental, giró hacia el “utilitarismo” como forma sustancial de socialización y de participación de los individuos en la sociedad. Sin embargo, dice Sahlins, la producción es algo más que una lógica práctica de la eficacia material, es una intención cultural.

Para ejemplificar la razón cultural, Sahlins apunta hacia los hábitos construidos en Estados Unidos en torno a los animales domésticos y sus hábitos alimenticios. De acuerdo a su planteamiento, la explotación del ambiente norteamericano y el estilo de relación con el paisaje depende de un modelo de comida que pone en el centro la carne y alrededor los carbohidratos y los vegetales. En este esquema, la carne trae consigo una idea de energía, el cual evoca el lado masculino. La principal razón dentro del sistema de alimentación norteamericana es la relación entre las especies animales y la sociedad humana, Sahlins establece que existe una serie domesticada “vacunos-porcinos-caballos-perros”

la serie es divisible, primero, en dos clases: comestibles (vacas-cerdos) e incomibles (caballos-perros), pero además hay una división dentro de cada clase, una categoría superior y otra menos preferible de alimento (vaca contra cerdo) y una categoría de tabú mas rigurosa (perros contra caballos). El conjunto entero parece diferenciarse por su intervención como sujeto u objeto en la compañía del hombre (Sahlins, 2006 [1976]: 174).

Este sistema de clasificación, dice Sahlins, funciona como una metáfora del canibalismo. Perros y caballos participan de la sociedad norteamericana en calidad de sujetos, y por lo tanto son incomibles, como cohabitantes domésticos. Los perros están más cerca de los hombres que los caballos, y su consumo es impensable porque “son de la familia”. Asimismo, los norteamericanos establecen una distinción entre partes internas y partes externas, que representa el mismo principio de relación que la humanidad, metafóricamente extendido.

Las partes internas y externas son respectivamente asimiladas a las partes del cuerpo humano, los órganos internos o vísceras son las menos preferidas frente a los cortes de los músculos. De acuerdo a una clasificación adecuada para el consumo humano, esta distinción entre interno y externo, duplica dentro del animal la diferencia trazada entre las especies comestibles y tabú, con el consiguiente significado de una prohibición de canibalismo.

El esquema simbólico de la comestibilidad se suma al que organiza las relaciones de producción para generar, por medio de la distribución y la demanda, un orden totémico que conecta en series de paralelo las diferencias de estatus de las personas y de lo que comen. En la sociedad occidental, dice Sahlins, el operador totémico que articula diferencias entre las series culturales con diferencias en las especies naturales ya no es una propiedad del sistema cultural. Sin embargo, sugiere que ha sido reemplazado por los objetos manufacturados, que al igual que las categorías totémicas, generan dentro de su uso un sistema de clasificación social. Por lo tanto, la producción capitalista se presenta como una expansión de la misma clase de pensamiento, cuyos medios de comunicación serían el intercambio y el consumo.

El totemismo moderno no se contradice con una racionalidad de mercado. Por el contrario, es promovido precisamente en la medida que los valores de cambio y consumo dependen de decisiones relativas a la “utilidad”. En efecto, esas decisiones giran en torno del significado social de contrastes concretos entre los productos…así llegan a ser valores de uso para ciertas personas, quienes están correspondientemente diferenciadas respecto de otros sujetos (Sahlins, 2006 [1976]: 177).

En síntesis, dice Sahlins, la producción es por lo tanto la reproducción de la cultura en un sistema de objetos.

En la teoría antropológica, hay un supuesto donde se parte de considerar a las sociedades primitivas a partir de una lógica diferente a la estricta materialidad racional. Y a la sociedad occidental a partir del interés práctico elaborados en la ciencia económica y éstos llevados a los demás ámbitos. Para Sahlins tal punto de partida es un engaño, ya que como lo trata de demostrar, con el sistema de alimentación (y de vestimenta) los objetos y las personas de la producción capitalista están igualmente unidos en un sistema de valores simbólicos, por lo tanto, ¿en dónde se encuentra el carácter único de las civilizaciones occidentales?

En la cultura occidental, la economía es el principal ámbito de la producción simbólica. La producción de bienes es al mismo tiempo el modo de producción y transmisión privilegiado de símbolos, “la cualidad distintiva de la sociedad burguesa consiste no en el de que el sistema económico se salve de la determinación simbólica, sino en el hecho de que el simbolismo económico es estructuralmente determinante” (Sahlins, 2006 [1976]: 208).

A diferencia de las sociedades primitivas, en donde la diferenciación simbólica se encuentra inserta en las relaciones de parentesco, la peculiaridad de la cultura occidental radica en haber institucionalizado el proceso simbólico en la producción de bienes. En el caso del mercado de consumo, se produce una distinción social apropiada por medio de un contraste concreto del objeto, de acuerdo con Sahlins, en parte derivada de la ambigüedad del término valor, que puede referirse al precio de algo o al significado de algo.

Por lo tanto, los bienes producidos, para ser cambiados por dinero, deben contrastar en alguna de sus propiedades originales con todos los restantes bienes del mismo tipo. A este fenómeno de clasificación, Sahlins lo llama “totemismo burgués”.

Bibliografía

Polanyi, K. (1944). The great transformation. New York: Rinehart.

Sahlins, M. (2006 [1976]). Cultura y razón práctica. Contra el utilitarismo en la teoría práctica. Barcelona: Gedisa.

Marcos de Colsa. *Extracto de mi tesis de maestría: “Redes y consumidores. Una perspectiva socio-antropológica”

[1] Originalmente publicado en inglés en 1976

Antropología del consumo. Parte I: Mary Douglas

Tomado de etnografiavirtual.com

Lo que actualmente se conoce como “antropología del consumo” es una sub-disciplina del campo de la antropología económica, la cual se remonta hasta el texto de BronislawMalinowski Los argonautas del Pacífico Occidental publicado en 1922, con este texto comenzó una larga tradición antropológica en investigar los mecanismos de intercambio en y entre las sociedades tribales y eventualmente en sociedades complejas. Como tal, la antropología del consumo tiene fecha de nacimiento, es el libro de la antropóloga inglesa de corte estructuralista, Mary Douglas, y del economista Baron Isherwood, El mundo de los bienes. Hacia una antropología del consumo, publicado en 1979[1].

En El mundo de los bienes, Douglas & Isherwood mantienen y llevan más lejos la premisa establecida originalmente por Malinowski, a saber, que las sociedades funcionan a partir del intercambio. En el estudio de Malinowski, esta particularidad cultural se refleja a través de un intercambio ritual entre los jefes de las tribus que consistía en el intercambio y la circulación de collares y brazaletes sagrados, tal intercambio representaba a largo plazo el mantenimiento, reconocimiento e integración de un complejo cultural de diferentes islas que compartían un sistema de retroalimentación social y económica.

En las sociedades industriales del S.XX ese mecanismo de intercambio se había concretizado e institucionalizado a través de la economía de mercado y el dinero. Douglas & Isherwood arremeten, en El mundo de los bienes, contra las teorías economicistas, las cuales en su afán de explicar la necesidad que tienen las personas en un sistema capitalista para consumir mercancías, se cerraron a la acción utilitarista y a la filosofía de la maximización de los recursos, lo que históricamente se ha llamado el homo economicus, es decir, a través de acciones racionales y calculadas para obtener el mejor y mayor beneficio.

La premisa central que mueve la disertación de los autores de El mundo de los bienes, es que los fenómenos de consumo hacen visibles ciertas categorías culturales, y que el consumo no es solamente un intercambio económico, sino, y ante todo, un intercambio cultural y simbólico, aún en una economía pecuniaria. El acto de consumir determinadas mercancías refleja un interés, implícito, por emitir significados socialmente relevantes, las mercancías son objetos portadores de significados reforzados con los rituales de consumo.

Si las mercancías son socialmente significativas, y su utilidad no se limita a garantizar la sola sobrevivencia, entonces las mercancías sirven para pensar, esta se podría decir es la tesis en El mundo de los bienes. Cuando estos autores dicen que las mercancías sirven para pensar se refieren a la serie de cálculos, consideraciones, mensajes y repercusiones que tiene el hecho de mostrar una mercancía a la sociedad. Así entendido, el consumo, se estructura a través de las mercancías y la sociedad, como un sistema de información, y el principal objetivo del consumidor consiste en ganar más control o conservar el que ya tiene, sobre las fuentes de información.

En particular, las mercancías u objetos de lujo, cuyas cualidades simbólicas son complejas y multi-semánticas, resultan mecanismos de exclusión social, pero al mismo tiempo de información, ya que, al igual que en un sistema estructural, las mercancías de lujo funcionan dentro de un sistema cerrado al cual solo se tiene acceso a través de los canales correctos, acceder a estos canales significa mejor información y más poder, en todos los sentidos.

Más allá de las críticas, que con la ventaja del tiempo, se le pudieran hacer al texto de Douglas & Isherwood, merece el reconocimiento de inaugurar una línea de investigación que actualmente se ha tornado más pertinente y necesaria que nunca. El mundo de los bienes ayudó a percibir de forma diferente el fenómeno del consumo en la actualidad, más allá de la visión plana y estrecha de la economía clásica, nos recordó que los actos humanos son eminentemente simbólicos, aún aquellos que parecen llevar el velo del utilitarismo, actualmente en plena era digital y del internet vivimos en un mundo dominado por el consumo ¿qué tipo de información está circulando con él?

[1] Paralelamente Pierre Bourdieu, desde la sociología francesa, publicaba en ese mismo año uno de los textos más influyentes sobre el campo de la antropología del consumo, La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Actualmente permanece como una referencia obligada dentro de la bibliografía sobre el tema.